Por algunos meses le puse PAUSE a mi vida a mil en Santiago de Chile, para dedicarme a disfrutar a mi Trini en la maravillosa ciudad de Barcelona. De trabajólica a dueña de casa, de espíritu independiente a mamá a tiempo completo... los desafíos y recompensas de mi nueva condición: Mamá en Barcelona.
domingo, 28 de agosto de 2011
Vacaciones sobre Ruedas I
Ya sé que es el título de una película. No la vi entera, pero recuerdo pasajes de unas caóticas vacaciones de una familia gringa que se va a recorrer no sé qué lagos en un motorhome. Ese era más o menos el único antecedente que yo poseía sobre la vida en una "autocaravana" (caravana para los amigos), cuando mi marido propuso que pasáramos nuestras vacaciones en una de ella. "¿Estás enfermo?", le pregunté. Convivir 20 días así me sonaba a hippie o gitano, cualquiera de las dos, alternativas poco tentadoras para nuestro GRAN viaje por Europa con una guagua de un año.
Pero bueno, algo me quedó dando vueltas y me puse a investigar "el mercado". Descubrí que las caravanas están muy lejos de ser el Volskwagen con el colchón en el suelo que yo me había imaginado. Son verdaderas casas, con camas, cocina, refrigerador, baño con ducha, calefacción, y hasta TV con DVD. Hay de todos los tamaños, marcas y modelos posibles. Desde unas pequeñas para dos, hasta verdaderos buses donde caben 8, 10 y hasta 12 personas.
Me encontré con comunidades de caravanistas muy organizados, con blogs y páginas web completísimas, con consejos y alternativas de rutas a seguir. Leí mucho, y me dejé tentar por estos viajes "sin ataduras", donde partes donde quieras, comes donde quieras, duermes donde quieras... No tener que armar y desarmar maletas, no cambiarse de hotel cada dos días... ¡que lindo sonaba!
Terminé siendo yo la que intentaba convencer al Jose de que eran las vacaciones perfectas, que no íbamos a volver a tener una oportunidad así, que iba a ser una experiencia única. Y me la compró, así es que partimos en un caluroso día de mayo a Caravanas El Maresme, la empresa elegida (después de una larga búsqueda), para verla in situ y cerrar el negocio.
Ya teníamos claro el destino. En mi exaustiva investigación on line descubrí que Francia era uno de los destinos favoritos de los caravanistas, porque cuenta con toda la infraestructura necesaria para ellos. También se alaba mucho a Alemania y Noruega. Italia, por otro lado, parece ser un desastre. Elegimos Francia porque está acá al lado, lo que nos permitía aprovechar al máximo los días.
Bueno, sí es que existe amor a primera vista entre el hombre y una máquina, eso fue lo que nos pasó a nosotros cuando vimos la que iba a ser nuestra casa por 18 días. Mucho mejor de lo que esperaba, impecable, limpia, y ¡nueva!. Resultó que nos asignaron una caravana recién estrenada, que tenía a penas 40 kilómetros de vida...
Las semanas siguientes se pasaron muy rápido, haciendo todo tipo de preparativos para que nuestro viaje fuera total. Muy libre y sin ataduras serán las vacaciones en caravana, pero mi espíritu controlador no concebía dejar la ruta al azar, así es que dediqué varias horas a la completa planificación de los imperdibles por donde teníamos que pasar. Tratar de resumir Francia en tres semanas resultó ser un poco más complicado de lo que pensé, así es que finalmente tuve que asumir que me tenía que concentrar sólo en algunas regiones, dejando un tercio del país completamente fuera de la ruta.
Así llegamos a una carta de navegación que ha sido la burla de algunas amigas: una planilla excell con los días, distancias y tiempos de conducción; más un mapa de Google con la vuelta completa.
Ruta lista, insumos listos (desde plumones hasta tallarines, pasando por todos los accesorios de cocina imaginables, artículos de limpieza, juguetes, quitasol, ropa de cama, hasta copas -de plástico, pero copas al fin y al cabo-, porque una cosa es andar a lo gitano y otra muy distinta perder el glamour). Y llegó la hora de partir...
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