Hoy es miércoles, y los miércoles son día de guaguas. Todas las semanas, a las 4 en punto, nos juntamos seis mamás a conversar entre nosotras y dejar que las seis criaturas interactuen entre ellas. Es lo más parecido a un jardín infantil en que ha estado la Trini, y hasta el minuto, le encanta.
Llegué al grupo por casualidad. La Pauli Valck, una amiga chilena que vive hace años en BCN, me había hablado de otra chilena que tenía una guagua un poco menor que la Trini. Había quedado de presentarnos, pero por una cosa y por otra, no nos había resultado.
Pasaron las semanas y conocí a Cris, la señora de un compañero del Jose, una brasileña encantadora, mamá del delicioso Bernardo (¡un día menor que la Trini!), el primer pretendiente de mi hija. Ella me contó que en una plaza había conocido a una chica, que tenía un grupo de mamás que hacían yoga juntas, y que la habían invitado a unirse a sus reuniones semanales con los niños. Al día siguiente me mandó una invitación para que me juntara con ellas la próxima vez.
Esa vez se juntaron en Pebret, el restaurant de la chilena, que casualmente resultó ser Yael, la famosa amiga de la que tanto me había hablado la Pauli. Además de comer exquisito (100% recomendable el lugar, ya les contaré más de eso), conocí a las chicas y sus pequeños: Yael y Amelie, una preciosa gorda muy femenina; Charlotte y Anouk, una austriaca que habla español perfecto y la guagua más linda y ágil que he conocido; la argentina Laura y su pequeña y exquisita Juana, la más mala para dormir del grupo (para el pesar de su pobre madre); y finalmente Deisi y Lila, otra brasileña encantadora.
Han pasado las semanas y además de encontrar amigos para Trini, también me he encontrado con gente muy linda, con los mismos problemas, alegrías y temores que vivo yo como mamá primeriza. Los miércoles son sagrados para la Trini, pero también para mi. Es un tremendo apoyo tener cerca a estas chicas, a las que ya considero amigas.
Hace un par de semanas hicimos la "humorada" de salir solas en la noche. La idea partió de Charlotte, que nos convocó a dejar los coches, pañales y mamaderas en casa, para sacar las carteritas lindas y disfrutar sólo nosotras. Y aunque no todas pudieron ir, lo pasamos chancho y conversamos de lo lindo, de las guaguas, claro, pero también de nosotras y nuestros temas.
Este miércoles fue especial, porque el grupo se desarma por las vacaciones. Sólo estuvimos tres. Charlotte partió a Austria a pasar las fiestas; Cris está en Egipto y luego parte a Brasil por dos meses; y Deisi está pasando Navidad en su país. Yael parte el jueves a Chile hasta marzo, y nosotros nos vamos mañana a Alemania a pasar Navidad, y luego a Andalucía hasta después de Reyes, así es que recién nos volveremos a encontrar, algunas, a mediados de enero.
Voy a echar de menos los miércoles de guaguas. Yae y Cris, feliz verano para ustedes, las afortunadas que arrancan de este frío. Las otras cuatro seguiremos acá con las reuniones semanales y esperando volver a juntarnos todas en marzo.
Por algunos meses le puse PAUSE a mi vida a mil en Santiago de Chile, para dedicarme a disfrutar a mi Trini en la maravillosa ciudad de Barcelona. De trabajólica a dueña de casa, de espíritu independiente a mamá a tiempo completo... los desafíos y recompensas de mi nueva condición: Mamá en Barcelona.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
El qué hacemos acá.
Hace casi un año, estábamos capeando el frío neoyorquino en Barnes&Nobles de Union Square. Era nuestro último viaje antes de que naciera la Trini. Mi guata se asomaba ya con bastante fuerza, y las piernas se quejaban por el ajetreo del shopping de los últimos días. NY se preparaba para celebrar año nuevo y nosotros conversábamos un chocolate caliente rodeados de libros. "Acompáñame a buscar el libro del Gmat", me dijo el Jose. "OK, seguimos con el tema", pensé yo.
Muchas veces habíamos conversado la idea de ir a hacer un MBA. Incluso habíamos evaluado la opción de irnos a Estados Unidos, pero a él le gustaba más ESADE en Barcelona, y por lo visto, ahora era en serio. "¿De verdad vas a estudiar para dar el Gmat?", le pregunté. "Caro, es que lo hacemos ahora, o no lo vamos a hacer nunca".
Toda la razón. La inminente llegada de la Trini suponía para nosotros un cambio de proporciones mayúsculas. Ahora íbamos a ser de verdad una familia, y dejar pegas y estabilidad económica iba a ser cada vez más riesgoso. Así es que ahí, en una librería de Manhattan, tomamos una de las decisiones más importantes de nuestras vidas.
Los meses que vinieron después fueron una locura. A Jose se le acababa el tiempo para postular y se encerraba fines de semana completos rellenando formularios de postulación y estudiando para dar la prueba. Entre los dos preparábamos ensayos. Mi guata seguía creciendo y el calor del verano santiaguino me tenía mal. Por fin salí de prenatal y me fui a Concepción a descansar para dejar al Jose estudiar tranquilo, sin siquiera sospechar que me iba a encontrar en medio de uno de los terremotos más fuertes de la historia.
Mientras yo pasaba la noche entre réplica y réplica, sin agua, luz ni comunicación alguna, Jose estaba en Buenos Aires, preparándose para dar la famosa prueba en la sede argentina de ESADE. Para su mala suerte, bajó a tomar desayuno antes de partir al examen y se encontró con la noticia de que su señora embarazada de 8 meses se encontraba casi en el epicentro de un terremoto 8,8. Sin saber cómo, y mientras tenía a todo el mundo tratando de comunicarse con Chile, dio la famosa prueba.
Si quedaba en Esade después de todo esto, no cabía otra opción: partíamos a España. Y así no más fue. El 13 de abril a las 14.01 llegó la Trini, y un par de semanas después llamaron al Jose para comunicarle formalmente que había sido aceptado en el MBA. En menos de un mes, nuestro mundo cambió para siempre.
Así se nos pasó el 2010. Aprendiendo a ser papás, desarmando nuestro departamento, dejando nuestros trabajos, despidiéndonos de nuestras familias y amigos, y construyendo una vida nueva en Barcelona. Ya llevamos tres meses acá. La Trini se vino con 5 meses recién cumplidos y ya tiene 8. Acá le salieron sus primeros dientes, empezó a comer, aprendió a decir mamá y papá, y aunque todavía no quiere gatear, comenzó a pararse solita, afirmada de su cuna, el sillón o lo que esté a su alcance. Yo pensaba que esta no iba a ser nunca "nuestra" casa, pero ahora me doy cuenta de que sí lo es. Al fin y al cabo, es donde estamos los tres...
Muchas veces habíamos conversado la idea de ir a hacer un MBA. Incluso habíamos evaluado la opción de irnos a Estados Unidos, pero a él le gustaba más ESADE en Barcelona, y por lo visto, ahora era en serio. "¿De verdad vas a estudiar para dar el Gmat?", le pregunté. "Caro, es que lo hacemos ahora, o no lo vamos a hacer nunca".
Toda la razón. La inminente llegada de la Trini suponía para nosotros un cambio de proporciones mayúsculas. Ahora íbamos a ser de verdad una familia, y dejar pegas y estabilidad económica iba a ser cada vez más riesgoso. Así es que ahí, en una librería de Manhattan, tomamos una de las decisiones más importantes de nuestras vidas.
Los meses que vinieron después fueron una locura. A Jose se le acababa el tiempo para postular y se encerraba fines de semana completos rellenando formularios de postulación y estudiando para dar la prueba. Entre los dos preparábamos ensayos. Mi guata seguía creciendo y el calor del verano santiaguino me tenía mal. Por fin salí de prenatal y me fui a Concepción a descansar para dejar al Jose estudiar tranquilo, sin siquiera sospechar que me iba a encontrar en medio de uno de los terremotos más fuertes de la historia.
Mientras yo pasaba la noche entre réplica y réplica, sin agua, luz ni comunicación alguna, Jose estaba en Buenos Aires, preparándose para dar la famosa prueba en la sede argentina de ESADE. Para su mala suerte, bajó a tomar desayuno antes de partir al examen y se encontró con la noticia de que su señora embarazada de 8 meses se encontraba casi en el epicentro de un terremoto 8,8. Sin saber cómo, y mientras tenía a todo el mundo tratando de comunicarse con Chile, dio la famosa prueba.
Si quedaba en Esade después de todo esto, no cabía otra opción: partíamos a España. Y así no más fue. El 13 de abril a las 14.01 llegó la Trini, y un par de semanas después llamaron al Jose para comunicarle formalmente que había sido aceptado en el MBA. En menos de un mes, nuestro mundo cambió para siempre.
Así se nos pasó el 2010. Aprendiendo a ser papás, desarmando nuestro departamento, dejando nuestros trabajos, despidiéndonos de nuestras familias y amigos, y construyendo una vida nueva en Barcelona. Ya llevamos tres meses acá. La Trini se vino con 5 meses recién cumplidos y ya tiene 8. Acá le salieron sus primeros dientes, empezó a comer, aprendió a decir mamá y papá, y aunque todavía no quiere gatear, comenzó a pararse solita, afirmada de su cuna, el sillón o lo que esté a su alcance. Yo pensaba que esta no iba a ser nunca "nuestra" casa, pero ahora me doy cuenta de que sí lo es. Al fin y al cabo, es donde estamos los tres...
Madre e hija bajo el agua
Intentaré ponerme al día rápidamente con los descubrimientos que ya hemos hecho en esta ciudad. Sin duda el mejor de todos ha sido... ¡la piscina!
Buscando opciones de actividades diferentes para hacer con la Trini, se me ocurrió meternos a clases de natación. Averiguando por aquí y por allá, llegamos a Europolis, un centro deportivo que habíamos visto muchas veces, porque está justo en nuestra placita favorita (ya les contaré de las plazas en BCN).
Europolis funciona como club, una especie de lo que sería el Balthus en Santiago, claro que muchísimo más barato. Las instalaciones son buenísimas, y ofrece clases de mil cosas diferentes. Los adultos pagan un fee mensual de alrededor de 50 euro y pueden usarlo todo: spa, piscinas, yoga, spinning, máquinas, pilates, etc.
Para los niños el sistema es diferente. Se pagan 20 euros mensuales y tienes una clase de natación de 30 minutos a la semana. Obviamente deben ir acompañados de un adulto, da lo mismo quién: mamá, papá, abuelos, tíos... La gracia es que el "socio" es el niño, así es que el acompañante puede ir cambiando clase a clase.
Partimos a Decathlon, el paraíso de los deportes, a comprar todo lo necesario para comenzar: traje de baño para la mamá y gorros para las dos. El traje de baño de Trini lo compramos en el mismo Europolis. Es uno de tecnología especial, una especie de calzón de goma forrado, que acá llaman "antifuga". Su gracia es que se supone que "guarda" el pipi dentro del calzón. También estaba la alternativa de comprarle un traje de baño normal y usar pañales para el agua, pero a la larga iba a ser más gasto de plata, más la lata de tener que estar pendientes de que no nos faltaran pañales, de que no se me quedaran en la casa, etc.
La primera vez que le pusimos su "outfit", casi me la como a besos. Inmediatamente adquirió la actitud deportiva y se puso a elongar en la cama.
Nuestra primera clase fue sencillamente inolvidable. ¡Que felicidad para ella! Cuando se dio cuenta que podía moverse libremente no paraba de patalear. Chapoteaba y mojaba a todos sus compañeritos. Mientras la profesora daba instrucciones, ella gritaba y salpicaba a todo el resto con el movimiento de sus brazos. ¡No paró ni un segundo!
Pese a ser nuestra primera clase, la profe nos enseñó a hacer una inmersión. Mi pequeña valiente no lloró ni una sola vez. Disfrutó con todas las actividades y cuando nos sumergimos completamente, salió del agua con cara de "¿qué pasó?", pero ni un solo reclamo.
Los 30 minutos que al principio me parecían tan pocos, resultan ser más que suficientes para las dos. Es enorme la actividad física que hacen los peques, y para uno también es un tremendo ejercicio. Sin darnos cuenta, nos pasamos saltando y moviéndonos por toda la piscina.
Las dos quedamos muertas y muy relajadas. Después de vestirnos (el camarín tiene todas las instalaciones necesarias para ir con guagua), nos sentamos en el hall de entrada para darle su comida (la clase coincide con la hora de almuerzo). Trini se come todo, la abrigo bien y 50 metros después de partir, ya está en plena siesta. Cuando llegamos a casa y la paso a su cuna, a penas abre un ojo y sigue durmiendo.
El lunes fue la última clase antes del break de Navidad y por lo tanto tuvimos una actividad especial. Los niños podían llevar dos acompañantes en vez de uno, y además nos dejaron llevar cámaras (normalmente no está permitido sacar fotos o videos).
Justo coincidió con las vacaciones del Jose, así es que partimos en familia. Y aunque se asustó un poco al ver al papá con gorro de natación, pasamos un lindo momento los tres en el agua. La piscina estaba repleta de guaguas jugando, y chochos papás sacando fotos, grabando videos y disfrutando de sus hijos.
Por lo único que quiero que terminen las vacaciones, es para volver al agua con mi Trini. Que manera de pasarlo bien las dos. Además, los compañeros grandes y chicos son un encanto. Julia, Noah, David, Juan Pablo... ¡ya nos veremos el 10 de enero!
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